Este año ha sido testigo no solo de temperaturas récord en la superficie terrestre, sino también en los mares y océanos que abrazan gran parte de nuestro planeta.
Un asombroso 90% del calor acumulado en la atmósfera se almacena en los océanos, y este calor no se disipa con la misma facilidad. La situación actual es preocupante y plantea interrogantes sobre las consecuencias que podría tener el excesivo calor en los ecosistemas marinos y, por extensión, en nuestro entorno global.
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Las aguas superficiales marinas están rompiendo récords a escala global. En el Mediterráneo, por ejemplo, se ha registrado un aumento sin precedentes de la temperatura superficial.
En una boya de Puertos del Estado en Valencia, las mediciones llegaron a 28.8°C, mientras que julio marcó un promedio mensual de 26.53°C, con una anomalía de +2.18°C.
Datos preocupantes ya que el 90% de los días del año, la temperatura del Mediterráneo ha excedido los niveles normales. Además, un 30% de esos días superando el percentil 90% de la serie de dato).
El Atlántico Norte no se queda atrás, ya que también está rompiendo récords de calor. A finales de julio, la temperatura promedio era de 25°C, superando en más de 1°C el promedio del periodo 1982-2011. A nivel global, la temperatura media en la misma fecha alcanzó los 21°C, solo superada durante un breve período en abril de este año.
Se prevé un aumento en las temperaturas marinas y posibles récords en el hemisferio norte este mes de agosto, cuando suelen alcanzarse los máximos anuales.
Estas altas temperaturas superficiales tienen efectos profundos y diversos en los sistemas marinos y atmosféricos. A continuación, presentamos cinco efectos notables del aumento del calor en los océanos:
El incremento de calor en los océanos conduce a una mayor evaporación y acumulación de vapor de agua en la atmósfera, proporcionando combustible adicional para tormentas y sistemas tropicales, como huracanes. Esto puede resultar en tormentas más numerosas, intensas y destructivas, y aumentar la probabilidad de lluvias extremas en regiones como el Mediterráneo.
El aumento de la temperatura marina también influye en las condiciones terrestres, contribuyendo al bochorno y a noches tropicales más frecuentes en las áreas costeras.
A medida que la temperatura del mar aumenta, el agua se expande y provoca un incremento en el nivel del mar. Combinado con el deshielo de glaciares y la pérdida de hielo marino, este fenómeno podría tener un impacto significativo en las zonas costeras.
El calor excesivo altera los ecosistemas marinos, fomentando la proliferación de especies invasoras y desplazando a las autóctonas. Esto puede desencadenar desequilibrios en la cadena alimentaria marina y afectar negativamente a la pesca y a la biodiversidad.
Las altas temperaturas inducen el blanqueamiento de corales al hacer que estos expulsen las algas microscópicas llamadas zooxantelas, que son esenciales para su supervivencia. Esto debilita a los corales y aumenta su vulnerabilidad ante enfermedades y estrés ambiental.
El excesivo calor en los mares y océanos es un fenómeno alarmante con implicaciones profundas para los ecosistemas marinos, la meteorología y la biodiversidad.
El seguimiento continuo y la comprensión de estos efectos son cruciales para abordar los desafíos que plantea el cambio climático y para tomar medidas concretas.