¡Transgénicos! Solo con leer su nombre probablemente te vengan a la cabeza imágenes de plantas con tentáculos, una gran empresa con grandes chimeneas contaminando y animales con tumores. Nada más lejos de la realidad.
A cada nuevo hallazgo siempre han surgido detractores y con los transgénicos no iba a ser diferente. El miedo a lo desconocido (y conflicto de intereses) ha generado que alrededor de este hallazgo hayan surgido una serie de mitos de diversa índole. Algunos por malinterpretar datos y otros simplemente son mentiras de internet, que, aunque puede ser una herramienta de gran ayuda, resulta difícil distinguir lo que es cierto de lo que no.
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Que “los transgénicos producen tumores”, que “tienen genes de virus ocultos” o que “se encuentren proteínas de estos en la sangre de mujeres”. Son algunos de los bulos que corren por internet debido a malinterpretaciones de los datos de ciertos estudios. O “estudios” que han sido varias veces refutados.
Empecemos con un estudio que se publicó en el año 2012. En él se acusaba a los transgénicos de producir tumores en ratas al alimentarlas durante 90 días con maíz genéticamente modificado. Este estudio ha sido recreado y refutado en varias ocasiones, siendo la última vez en diciembre de 2018 con un estudio que duró 6 meses, en vez de 90 días.
Otro mito muy escuchado es el que dice que “los transgénicos acabarán creando plantas resistentes a herbicidas”. Las plantas resistentes a herbicidas ya existen de manera natural, debido a los procesos de presión selectiva por el uso de herbicidas durante años.
¿Sería peor para un agricultor una variante transgénica que controle estas malezas o que estas plantas invadieran sus cultivos?. Además, los transgénicos se plantan en zonas alejadas de sus parientes silvestres, para evitar así la polinización cruzada y retrasando, así, este fenómeno.
Otro mito bastante extendido es que “los controles hacia los transgénicos no son lo suficientemente severos”. La realidad es que pasan los controles de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), que es el procedimiento más estricto del mundo. Llegando a suponer incluso un problema, puesto que esto encarece y prolonga enormemente cualquier estudio que quiera hacerse sobre los transgénicos, o para su cultivo con fines comerciales.
Pero probablemente el mito más extendido es el que dice que “los transgénicos tienen genes y las plantas naturales no”. Absolutamente todas las plantas (como todos los seres vivos) tienen genes, algunas incluso más que nosotros. Estos genes no se transmiten al cuerpo porque los ácidos estomacales desnaturalizan los genes durante la digestión.
Por último, concluir que, en 25 años, la Comisión Europea no ha encontrado riesgos sobre los transgénicos, distintos a los riesgos de los cultivos tradicionales. Casi tres trillones de alimentos que contenían ingredientes derivados de productos transgénicos han sido consumidos sin existir un solo caso confirmado de algún efecto adverso para la salud.
Como resumen, está bien ser precavidos, pero no hay que creerse todo lo que aparece por las redes. Muchas veces buscar información contraria a la opinión que creemos nos puede dar una visión más amplia y crítica sobre el tema que estemos abordando.
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