El pasado 3 de julio tuvo lugar la, tan esperada, superluna de Ciervo. En mi caso, que la pude ver desde Madrid, fue todo un espectáculo. Por supuesto, ya me podéis imaginar buscando la cámara réflex, trípode y la lente por casa para poder inmortalizar el fenómeno.
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La relación del ser humano con la Luna es ancestral. Se la ha venerado en múltiples culturas, se desea llegar hasta ella y es fuente de inspiración. Y, más allá de eso, la luna sigue siendo la reina de las mareas y de la agricultura.
Se llama Luna de Ciervo a la luna del mes de julio, aunque esta denominación va a variar en función de cada cultura. Igualmente, descubrirás que la luna recibe muchos nombres en función del mes, y no es algo actual, es algo histórico que se mantiene hoy día.
El nombre de las lunas llenas del año proviene de los términos que utilizaban los indios nativos americanos, así lo recoge la revista Farmer's Almanac. Otros medios afirman que este nombre proviene de los agricultores, sea como fuere, el razonamiento que exponen es el mismo: los ciervos.
Durante el final del invierno y el comienzo de la primavera, los ciervos macho pierden su cornamenta; este proceso se llama desmogue. Con la caída de la misma comienza la regeneración de una nueva, destacando en este proceso el mes de julio. A mediados de septiembre tienen que tener sus cornamentas listas para la berrea, pues le sirve de protección pero también como signo de fertilidad.
Este año hemos podido disfrutar de una superluna de ciervo impresionante. Por ejemplo, en Madrid tuvimos la suerte de contar con el cielo totalmente despejado para verla sin ningún tipo de dificultad.
Ha sido uno de los momentos en los que el satélite ha estado en su punto más cercano de la órbita alrededor de nuestro planeta. Por ello, esta superluna ha sido una de las más grandes de todo el año. A este punto de gran proximidad de la Luna respecto al centro de la Tierra se le llama perigeo.
Además, la iluminación de la Luna alcanzó un 99,6%, lo que quiere decir que se ha llegado a ver un 7% más grande que habitualmente. Esto ha permitido que hayamos podido ver este fenómeno sin necesidad de utilizar telescopio, ni prismáticos ni nada parecido. Su proximidad y tamaño ha sido fascinante.